Estas palabras parece querer decir el cura de cierta parroquia quien, buen conocedor de la cantidad y calibre de los pecados de su séquito, decidió dejarse de babosadas y salir a repartir el agua bendita a trapeadorazos...
Con estas medidas, satanás se verá intimidado seguramente y dejará en paz el alma inmortal de estos mojados pecadores
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